EDICIONES ANTERIORES DE "PROPUESTAS"

26 de febrero de 2010

La Columna del Serrano: Síntomas alentadores

Por Walter Abella

Como somos de los que pensamos (aparte de que los números lo reconozcan y la gente y los gobiernos no) que la económica de este país, su columna vertebral, tiene los reflejos impregnados por la actividad agropecuaria, nos regocijamos ante una serie de pautas, que están indicando, que el campo asoma de la crisis internacional y la seca que lo golpeó duramente, con otra cara en el 2010.
El país ha transformado su estructura agropecuaria. Nada tiene que ver este campo con el de hace 42 años, cuando un 21 de junio iniciamos nuestra tarea en “La Hora del Campo”. No es para analizar si mejor o peor, sencillamente es para señalar que es diferente.
Ya los ramalazos de producción no llegan en la brisa perezosa con que un día los Eslín en la 3ª de Treinta y Tres, a “ pata de buey”, comenzaron a plantar el arroz - cultivo profano por entonces – midiendo con lentitud cada paso que se daba y celosos de los cambios que se pudieran efectuar en el medio ambiente, en la virginidad de la tierra que seguía esperando una explotación adecuada, en los tiempos diabólicamente febriles de la agricultura que hacían trizas la quietud bucólica de una ganadería de los tiempos de Hernandarias.
Hoy hay casi un millón de hectáreas plantadas de árboles. Que llegaron a instalarse en el país con la rapidez con que uno elabora un tablón de perejil. Están ahí y detrás de ellos hay sueños de economías sólidas y desvelos de preocupaciones ambientales. Están ahí.
La agricultura desató su vendaval con la misma fiereza con que uno debe afrontar a brazo partido la fuerza de la corriente cuando el río se lo lleva y está lejos de la orilla. Había que nadar y eso hicieron.
El monocultivo de la soja, salta, estalla, golpea furiosamente la cara del país ganadero. Viene de mano de las multinacionales, de productores extranjeros que no encontraron campo propicio en su propio país. Y la vorágine de la agricultura es eso: carrera contra el tiempo y contra todo. Rentabilidad, eficiencia, productiva.
Pero no mengua la tierra con la propuesta arrocera. Y “hete aquí” - como decía un conocido Senador de la República -, que el trigo multiplica miles y miles de has plantadas y crece la cebada y crece el sorgo y crece todo lo que pueda tener capacidad de retorno económico. No tenemos las cuentas claras pero hay dos millones o más de has plantadas de éstos y otros cultivos.
Esta tierra se le quitó a la ganadería y de la mano de forestación y agricultura llegaron otros valores de nuestros suelos y otros valores en nuestras rentas y otros valores en nuestros pastoreos que constriñeron las posibilidades del productor pecuario.
Nadie, increíblemente, ha mirado el costo social que pagó el campo. Ante rentas imposibles de enfrentar adecuadamente con la ganadería, ante pastoreos imposibles de pagar con carne, los productores más pequeños del sector desaparecieron.
Desde las Instrucciones - que van a cumplir 200 años - las bocas, los discursos políticos de todo el espectro nacional, remarcaron un día sí y el otro también, que aspiraban lo que había día dicho el mejor de todos nosotros: “la campaña debe siempre progresar”, reclamando por los más desprotegidos, los más desvalidos y consciente de que había que poblar el campo. Hoy en día, es diferente. Nunca se concentró en tan pocas manos tanta tierra. Los que desaparecieron fueron los más infelices.
Pero el 2009 ha traído reluciente de esperanza, valores increíbles que superan los US$ 3.000 para la tonelada de carne ovina. Los lanares, fueron siempre el respaldo del productor pequeño y mediano. Supimos tener 26 millones de cabezas y no llegamos a ocho. Cuando teníamos no valía nada, cuando no tenemos vale oro, suele ser la estrategia del mercado. Pero son mejores también los precios de la carne vacuna, otros mercados del mundo abren sus fauces con apetito por todo lo que producimos. Peleamos duramente la batalla para lograr el ingreso de carne ovina con hueso a mercados de vital importancia. Los granos, la carne, la lana, en un mundo con hambre y frío, abren las perspectivas de un Uruguay con potenciales económicos desconocidos.
Ahora que el turismo, por primera vez suma cifras iguales a las de la carne, que era nuestra primer divisa. Ahora que los brazos no dan abasto para abastecer el mercado de servicio de las zonas costeras, ahora que toda la economía, increíblemente apenas despegada de la crisis del mundo viene en auge, sería bueno reflexionar: ¿los que desaparecieron del campo, los productores chicos que cayeron, “los más infelices”, no tendrán derecho a pensar cristianamente que pueden encontrar su patria nuevamente?
Esa patria que no es el Uruguay, que es la patria chica, que es el contorno, que son los árboles que plantamos, el agua que bebimos, la tierra que trabajamos, en fin… los terrones que nos cedió el abuelo y que alguna vez pisamos por vez primera…
¿No serán esos los más privilegiados?

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